ensaya un aire jovial
y goza y ríe en la fiesta
del Carnaval.
«Jorge alargó sus vacaciones para estar más pendiente, regresó al despacho hace cuatro días, aunque cumple el horario a rajatabla y le tengo de vuelta a las cinco en punto de la tarde. Ha debido de contárselo todo a la familia, porque sus hermanas también se pasan por aquí, a cualquier hora del día y sin avisar. Y todas me miran con un gesto raro. Ponen de excusa como que estaban por el barrio, que tomemos el cafetito, o que si ando muy liada me ayudan un poco con la casa o me acompañan al supermercado. Claramente, lo hacen para controlarme y para que no me junte con las chicas».
Fuego en la garganta
Beatriz Serrano
«Fuimos a la playa, estrenó la bicicleta. Volvimos a casa, preparé una paella. Jugamos hasta tarde con la muñeca y luego nos pusimos a pintar.
Espero que lo recuerde toda la vida».
Fuego en la garganta
Beatriz Serrano
«Quería que Blanca tuviera un día de Reyes inolvidable. Por la noche, bebí los vasos de leche, mordisqueé las galletas, me apoyé en los cojines para que pensara que Sus Majestades habían descansado, le dejé unas chocolatinas dentro de sus zapatos. Coloqué los regalos (una bicicleta, una Barbie médico, un juego de colorines) bajo el árbol. Se despertó temprano. Aulló de alegría. "¡Han venido! ¡Han venido!". La quiero tanto que me duele al respirar».
Fuego en la garganta
Beatriz Serrano
«Y luego de repente salimos del Spook y es ya del todo de día y yo digo: "Pero ¿esto cómo es posible? ¡Si para mí eran las dos de la madrugada!", y todos riéndose. Y yo, de verdad, me sentía como si me hubiese tragado un agujero temporal y me hubiese expulsado a la luz del sol».
Fuego en la garganta
Beatriz Serrano
«Es un mercadillo de Navidad donde venderán adornos y cosas para regalar. Le he dicho que vi el anuncio en el supermercado y le ha parecido bien.
(...)
Hemos comprado algunos adornos para el árbol (preciosos, hechos a mano), nos hemos pintado la cara con mariposas de colores, hemos escuchado a un cuentacuentos y hemos bailado juntas porque en la parte del patio habían montado una especie de charanga.
(...)
Ya hemos puesto el árbol y el belén de mi madre. Ha quedado muy bonito».
Fuego en la garganta
Beatriz Serrano
«Tengo sentimientos encontrados con estas fechas. La Navidad me gusta porque siempre le hacemos a Blanca muchas fiestas y nos curramos mucho toda la historia de los Reyes Magos y es muy agradable estar en esas comilonas que no terminan nunca y donde todo el mundo parece hacer una especie de pacto social para mantener temporalmente la paz, pero también me pone triste porque pienso en los que ya no están».
Fuego en la garganta
Beatriz Serrano
«El único entretenimiento barato es la radio, evasión cotidiana y vehículo favorito de la propaganda del Régimen, aunque no todas las familias disponen de un receptor, ni pueden afrontar el impuesto anual que grava su tenencia (1). A veces, por la noche, varias familias se reúnen en la casa de un afortunado propietario para escuchar el programa favorito.
(1) Desde el 13 de julio de 1939 se paga 2,50 pesetas anuales por la tenencia de una radio de galena, 12 para las de lámparas y 50 si la radio está al servicio de un establecimiento público. En España había unos trescientos mil receptores en 1939, pero en 1945 se sobrepasaba el millón».
Los años del miedo
Juan Eslava Galán
https://www.diainternacionalde.com/ficha/dia-mundial-radio
«Está ya la Navidad en todas partes. Qué hartura. Nosotros solemos poner el árbol ahora, en el puente de diciembre, pero al final va a tocar ponerlo en pleno agosto. En el supermercado ya venden turrones y empiezan a sonar villancicos por los altavoces. Las cajeras ya llevan un gorrito de Papá Noel. Y los niños ya empiezan a volverse locos con la lista de regalos».
Fuego en la garganta
Beatriz Serrano
«Y entonces Jorge me sujetó y me dijo que qué coño me pasaba y que me tranquilizase y que iba a despertar a la niña y yo me solté arañándole y peleando con fuerza y creo que cogí uno de los platos del suelo y le intenté clavar un trozo de cristal y me hice sangre en la mano y me fui de casa y cuando Jorge me encontró, después de dar vueltas y vueltas con el coche, eran casi las cinco de la mañana y yo iba por la carretera de El Saler camino a ningún lugar. Y después de eso me llevaron al hospital».
Fuego en la garganta
Beatriz Serrano
«Cuando estuve fuera, creo que les dijo que estaba en un balneario o algo así. ¡Un balneario! Menuda excusa, ¿eh? Como cuando un personaje victoriano tenía una enfermedad de los nervios. Pues igual. "¿Qué tal el balneario al que fuiste?", me preguntan. Y yo: «Bien, bien, unos chorros de agua estupendos». Claro, ¿qué les respondes?».
Fuego en la garganta
Beatriz Serrano
«A eso de las nueve y media, apelaba al viejo toque de queda, puesto que no había informado a Silvia y al resto de las chicas de que su progenitor y su madrastra le habían ampliado su campo de juegos. Así, a su vuelta a casa tenía la excusa perfecta: "Estuve con las chicas en el parque", lo cual seguía siendo cierto. Incluso si, como era habitual en un barrio pequeño, su padre se encontraba a la madre de Silvia en el supermercado, esta le diría: "El viernes las chicas estuvieron en el parque". Ya había pensado que tendrían que darse demasiados detalles que nunca solían darse para que terminasen hablando sobre la hora exacta a la que cada una de las chicas había regresado».
Fuego en la garganta
Beatriz Serrano
«Sin embargo, tras mucha prueba y error, encontró un lugar en el que el dueño, que era también el camarero, un homosexual de más de sesenta años que regaba las noches con chupitos y batallitas de juventud, parecía ignorar con cierta indulgencia que una cría menor de edad vestida de negro echase las horas en sus sofás. Se llamaba bar Tisana y estaba cerca de la concurrida plaza del Carmen».
Fuego en la garganta
Beatriz Serrano
«Aquella huida hacia delante también llevó a Blanca a aceptar este o aquel plan con Silvia y otras chicas de su clase. Planes que antes, siempre o casi siempre, había rechazado con educación por tener la sensación de que solo la habían invitado porque se encontraba presente en el momento en el que las chicas lo estaban organizando. Una película en los cines Lys, un paseo por la calle Colón, en el centro de la ciudad, para mirar las tiendas y escaparates y merendar después en el McDonald’s, o un viernes en una discoteca light de la calle San Vicente Ferrer».
Fuego en la garganta
Beatriz Serrano