miércoles, 31 de octubre de 2018

Mientras recorre el bulevar de Serrería

«Mete la primera marcha y aprieta el acelerador. El coche gira hacia la izquierda y el chirrido de las ruedas advierte a todo el mundo de que tiene prisa. Pisa a fondo. El semáforo está en rojo un segundo antes de que pase por debajo. En cuanto lo ha hecho se arrepiente. Los días de mercado, el barrio está lleno de policías locales y sólo le faltaría que le pararan por una infracción de tráfico. Por no hablar de lo que le harían los maderos si se les ocurría mirar en el maletero. Tiene suerte. Ningún policía a la vista. Mientras recorre el bulevar de Serrería comprueba que en ninguno de los dos lados hay huecos libres. Furgonetas de los vendedores ambulantes hasta en doble fila».

El silencio del pantano

Juanjo Braulio


Barrios del Marítimo y el eje de la calle Serrería. 26 de marzo de 1963

Arxiu Nacional de Catalunya

http://valenciadesaparecida.blogspot.com.es/2017/01/

martes, 30 de octubre de 2018

A su izquierda, el edificio de la estación ferroviaria

«Busca una salida. A su izquierda, el edificio de la estación ferroviaria sobre la rotonda que marca el punto donde acaba la avenida de Blasco Ibáñez. Más allá puede que haya sitio donde dejar el coche, justo antes de llegar a la altura del cementerio. Mira el reloj del salpicadero. Las diez menos diez. Había quedado a las diez en punto. Un bocinazo del coche de detrás lo devuelve a su angustiosa realidad. Joder, joder, joder. Va a llegar tarde. Y a la Puri no le gusta que lleguen tarde».

El silencio del pantano

Juanjo Braulio


Antigua estación del Cabañal

VAHG

lunes, 29 de octubre de 2018

Centenares de puestos invaden la plaza y las calles adyacentes al mercado del Cabañal

«—¡Me cago en Dios! ¡El puto mercado de los cojones! 

Golpea el volante con furia. Se le había olvidado que hoy era jueves y que intentar llegar en coche al bar es imposible. Centenares de puestos invaden la plaza y las calles adyacentes al mercado del Cabañal. Un mar de gente serpentea entre los tenderetes».

El silencio del pantano

Juanjo Braulio


Antiguo Mercado del Cabañal

Plaza Doctor Lorenzo de la Flor  - Calle Escalante

https://valenciaplaza.com/escalante-el-seu-carrer-i-el-vell-mercat-del-cabanyal

domingo, 28 de octubre de 2018

Fuera llueve sobre el Cabañal

«Mira por la ventana de su estudio. Fuera llueve sobre el Cabañal. Le encanta la lluvia tranquila —siempre escasa en la ciudad donde vive, más proclive a aterradoras gotas frías de otoño, escandalosos aguaceros de primavera y espectaculares tormentas de verano que desbordan ríos y barrancos—, porque piensa que si llueve cuando debe hacerlo, el mundo se mantiene en orden. No obstante, espera que el pronóstico del tiempo tenga razón y la inestabilidad termine a lo largo de la tarde».

El silencio del pantano

Juanjo Braulio


Semana Santa Marinera

Avenida del Mediterráneo. Años 80

?

sábado, 27 de octubre de 2018

Pidiéndole que le comprara una chuchería en el kiosco

«Una de sus gemelas saltaba a su alrededor pidiéndole que le comprara una chuchería en el kiosco. Mientras buscaba la manita de su hija para cruzar la calle comprobó que el semáforo se abría para los peatones. Entonces lo vio. Al otro lado de la calle, apoyado en la puerta abierta de su Ford Focus estaba Paco, el bioquímico. Sonreía mientras le mostraba la bolsa de deportes blanca con el anagrama de Adidas en rojo que se balanceaba en la punta de sus dedos con un vaivén siniestro».

El silencio del pantano

Juanjo Braulio


Quiosco en la Isla Perdida. 1967

50 aniversario falla L'Alguer - L'ILla Perduda

Cortesía de José Navarro Escrich

viernes, 26 de octubre de 2018

Salían por la puerta principal del Club de Tenis de Valencia

«Llovió durante toda la semana. Los valencianos no están acostumbrados a tantos días seguidos de cielo encapotado, con lo que aquel domingo de noviembre, fresco pero soleado, La Alameda y los Jardines de Viveros estaban concurridísimos. A las dos de la tarde, dos matrimonios, amigos de toda la vida, salían por la puerta principal del Club de Tenis de Valencia rodeados de sus respectivas proles. Todos ellos vestidos con ropa cómoda de día libre de buenas marcas. En el restaurante del Club no había sitio, así que se iban con los niños a comer una hamburguesa. Ya sabes, a los niños les encanta».

El silencio del pantano

Juanjo Braulio


Club de Tenis de Valencia. Años 60

Todocolección

jueves, 25 de octubre de 2018

De cuando La Dehesa y El Saler eran aún un coto privado de caza

«La furgoneta abandonó la calzada asfaltada y se metió por el camino de tierra que serpenteaba entre los pinos. El aire cuajado de gotas de lluvia olía a resina y a sal. Entre las dunas debía de estar la Casa Negra —antiguo refugio de guardabosques de cuando La Dehesa y El Saler eran aún un coto privado de caza—, aunque la noche no les dejaba verla. Aparcaron el vehículo bajo uno de los enormes árboles y bajaron a empellones a su prisionero. Se había despertado e intentaba gritar tras la cinta americana que le amordazaba. Parecía que los ojos se le iban a salir de las órbitas y ambos matones cruzaron una mirada de asco al sentir el olor acre de la orina que manchaba la entrepierna del bioquímico. Arrojaron a su víctima al suelo y Lorik se agachó junto a ella mientras se llevaba el dedo índice a los labios. Le habló despacio. Casi como a un niño pequeño que tiene una rabieta. 

—Silencio. No intentes ninguna tontería y todo irá bien».

El silencio del pantano

Juanjo Braulio



Cazando en La Albufera

?

miércoles, 24 de octubre de 2018

De camino hacia El Saler repasaron el plan

«De camino hacia El Saler repasaron el plan. No querían hacer sufrir al pobre chico, que dormía atado en la parte de atrás de la furgoneta. Sin embargo, tenía que parecer una pelea con un chapero o un proxeneta con resultado de muerte. Y aquello dejaba fuera toda posibilidad de acabar con el muchacho de un tiro o una buena cuchillada. Por desgracia para él, tenían que matarlo a palos. Las dos barras de hierro entrechocaban entre sí con los vaivenes de la furgoneta con chasquidos siniestros. Habría que darle unos cuantos golpes que, seguro, que le iban a doler antes de que Leka le asestara el garrotazo final para reventarle la cabeza. El bioquímico iba a pasar un rato malo de veras, pero Lorik y Leka coincidían en que no serían más de cinco minutos. Qué se le iba a hacer».

El silencio del pantano

Juanjo Braulio




Carretera de El Saler

VAHG

martes, 23 de octubre de 2018

Brillaba blanca bajo la luz de las farolas de la calle Turia

«Lorik le dijo que tenía el coche en la misma calle. Muy cerca. La Mercedes Vito brillaba blanca bajo la luz de las farolas de la calle Turia. Leka estaba dentro, advertido de que el cebo y la presa venían gracias a una llamada perdida de Lorik a su móvil. Cuando Paco se sentó en el asiento del copiloto, la manaza del gigante le tapó la nariz y la boca con un paño impregnado en cloroformo. Ni un ruido. Ni un gemido. Rápidos y eficaces. Como lo eran en los batallones en su Kosovo natal. Aunque entonces eran soldados. Ahora eran asesinos».

El silencio del pantano

Juanjo Braulio



Calle Turia. Riada 1957

VAHG

lunes, 22 de octubre de 2018

Cruzó hacia el pinar de La Dehesa

«La carretera de El Saler estaba desierta. Cruzó hacia el pinar de La Dehesa hasta encontrar el carril ciclista que corría en paralelo al asfalto. Entre los pinos era difícil verlo desde la calzada, pero, por si acaso, empezó a caminar lo más pegado posible a la vegetación. Era un buen andador y en seguida encontró el ritmo adecuado para la caminata que le esperaba. En una hora y cuarto, más o menos, estaría en casa. Vaya nochecita. Y eso que él sólo quería una ducha, un té y una película. Malditos listillos maleducados».

El silencio del pantano

Juanjo Braulio



Dehesa del Saler. Amanecer en el camping

Todocolección

domingo, 21 de octubre de 2018

En cuanto cruzara el puente de la desembocadura del río Turia

«La pistola era otro cantar. Pensó en dejarla, aunque eso haría sospechar a las autoridades. Una cosa es que se tragaran que los homicidas no encontraran un par de papelinas, pero otra muy distinta era dejar un arma y pensar que la Policía no se iba a imaginar cosas raras. La cogió y la metió en el bolsillo de su abrigo. Se libraría de ella en menos de media hora, en cuanto cruzara el puente de la desembocadura del río Turia».

El silencio del pantano

Juanjo Braulio



Desembocadura del Turia

https://www.skyscrapercity.com/showthread.php?t=370996&page=866

sábado, 20 de octubre de 2018

En medio de los arrozales que rodean la Albufera

«El vehículo enfiló hacia allí. La Matandeta era uno de sus restaurantes favoritos. En medio de los arrozales que rodean la Albufera, la vieja alquería reconvertida en icono gastronómico cerraba los lunes y aquello estaría tan desierto como la cara oculta de la luna. El taxista listillo y maleducado parecía más amable en sus asentimientos a cada indicación del itinerario conforme el taxímetro iba subiendo el importe de la carrera. Veintitrés euros con noventa céntimos marcaba el indicador cuando el coche paró frente a la explanada que daba acceso al caserón. Una farola proyectaba su luz mortecina frente a la puerta cerrada. Ya llevaba los guantes puestos y la navaja de barbero —casi veinte centímetros de acero afilado— brillaba en su mano derecha. 

—¿Es aquí, seguro? —preguntó el conductor mientras hacía ademán de encender la luz del interior del automóvil—. Parece que está cerrado…»

El silencio del pantano

Juanjo Braulio



Plantando el arroz en La Albufera

http://isanavarroavinent.blogspot.com/2015/05/lalbufera-cultiu-de-larros.html

jueves, 18 de octubre de 2018

En la carretera de El Saler

«Hizo como que colgaba el teléfono y se dirigió al taxista. Habló despacio para asegurarse de que le entendía. 

—Vamos a cambiar de destino. —El conductor asintió—. ¿Sabes dónde está el restaurante La Matandeta, en la carretera de El Saler? 

—¿El Saler? ¿La playa? —preguntó el taxista. 

—Sí, por allí es, más o menos. Yo te diré por dónde. Tira hacia la Ciudad de las Ciencias».

El silencio del pantano

Juanjo Braulio




El Saler. Años 60

Todocolección

miércoles, 17 de octubre de 2018

Los días de lluvia optaba por un taxi

«Habitualmente, su medio de transporte para acudir al centro educativo era la bicicleta, pero, en aquella tarde fría, lluviosa y desapacible de noviembre, optó por coger un taxi. Como el Jardín del Túria —su itinerario ciclista habitual— se convertía en un barrizal en cuanto caían cuatro gotas, los días de lluvia optaba por un taxi o por el autobús, según aconsejaran las circunstancias y, sobre todo, el tiempo disponible, pues lo que más odiaba en el mundo —después de los listillos maleducados— era la impuntualidad. Le gustaba estar ya sentado en su pupitre cinco minutos antes del inicio de la clase: las siete en punto de la tarde».

El silencio del pantano

Juanjo Braulio



Plaza de la Reina

Todocolección

martes, 16 de octubre de 2018

Justo detrás del moderno Instituto Valenciano de Arte Moderno

«Salió a la calle. Aquello era un estercolero. El barrio de Velluters se extiende justo detrás del moderno Instituto Valenciano de Arte Moderno, el IVAM, el segundo museo de arte contemporáneo de España. Uno de los orgullos de la Comunidad Valenciana a pocos metros del viejo Barrio Chino. Mientras caminaba hacia el aparcamiento de la calle Guillem de Castro —donde le esperaba su Mercedes E63— no podía dejar de sentir las miradas —lascivas unas y suplicantes las otras— de prostitutas y yonquis».

El silencio del pantano

Juanjo Braulio



IVAM- Instituto Valenciano de Arte Moderno

«Edificado en 1989, es obra de los Arquitectos Emilio Giménez y Carles Salvadores. En un principio, tuvo únicamente 2 salas: La de Julio González y la de la Muralla. En 2001 se amplió con 2 salas mas. La de la Muralla está en el sótano y se llama así por contener parte de la Muralla Medieval del S.XIV y está dedicada a exposiciones de fotografía y dibujos».

Fotografía y texto de Pilar Martínez Olmos para VAHG

https://www.ivam.es/

lunes, 15 de octubre de 2018

El agua lo cubría todo

«Noviembre y febrero son allá meses de lluvias torrenciales. En las calles cercanas al río preparaban las casas contra la inundación, ajustando unos tablones al dintel de la puerta. Mas en otro barrio opuesto un afluente también solía desbordar con las lluvias, y sus aguas iban a tenderse, lisas como un espejo enamorado de la imagen que refleja, sobre la llanura donde está asentada la ciudad.

Una mañana vinieron a buscarle al colegio a hora desusada. Llovía días y días, torrencialmente; y el agua desbordando ya por el prado, sería difícil para él volver a su casa en las afueras si se retrasaba un poco. Hubo que dejar el coche al salir de las últimas calles. Aquella avenida de castaños que antes tantas veces recorriera a pie, tuvo entonces que cruzarla en barca.

«El agua lo cubría todo, y al fondo surgían de la laguna los edificios extraños y exactos tras una delgada fila de árboles. Algunas gentes cruzaban confusas e inhábiles sobre puentes recién construidos con tablas. Mas casas y gentes parecían ahora breves y sin trascendencia, como si al privarles el agua de la acostumbrada base terrena (así ocurre con un navío al hacerse a la mar) dejara al descubierto su verdadera proporción y significado.

Ya en casa, tras de los cristales de un balcón, miró el jardín, que un muro protegía de las aguas. La laguna con sus frágiles puentecillos, negras líneas sin perspectiva bajo un plano cielo gris estriado de blanco por la lluvia, era como el paisaje de un abanico japonés que su madre tenía.

Al llegar la noche, derribados con el temporal los postes y alambres eléctricos, no había luz. A la claridad de las velas, un libro ante sus ojos soñolientos, escuchaba el viento afuera, en el campo inundado, y la lluvia caudalosa caer hora tras hora. Se sentía como en una isla, separado del mundo y de sus aburridas tareas en ilimitada vacación; una isla mecida por las aguas, acunando sus últimos sueños de niño».

La riada

Luis Cernuda



Mercado de Nazaret

Las Provincias

Subida por Ramón Sánchez Castelló‎ a VAHG

domingo, 14 de octubre de 2018

Teníamos un río, ahora somos parte de él

«Yo le tenía miedo a la oscuridad,
hasta que las noches se hicieron largas y sin luz.
Yo no resistía el frío fácilmente,
hasta que aprendí a subsistir en ese estado.
Yo le tenía miedo a los muertos,
hasta que tuve que dormir en el cementerio.
Más aún, yo le tenía miedo al espanto,
hasta que tuve que dormir en el crematorio.
Yo sentía rechazo por los rosarinos y por los porteños,
hasta que me dieron abrigo y alimento.
Yo sentía rechazo por los judíos,
hasta que le dieron medicamentos a mis hijos.
Yo lucía vanidoso mi pullover nuevo,
hasta que se lo di a un niño con hipotermia.
Yo elegía cuidadosamente mi comida,
hasta que tuve hambre.
Yo desconfiaba de la tez cobriza,
hasta que un brazo fuerte me sacó del agua.
Yo creía haber visto muchas cosas,
hasta que vi a mi pueblo deambulando sin rumbo por las calles.
Yo no quería al perro de mi vecino,
hasta que aquella noche lo sentí llorar hasta ahogarse.
Yo no me acordaba de los ancianos,
hasta que tuve que participar en los rescates.
Yo no sabía cocinar,
hasta que tuve frente a mí una olla con arroz y niños con hambre.
Yo creía que mi casa era más importante que las otras,
hasta que todas quedaron cubiertas por las aguas.
Yo estaba orgulloso de mi nombre y apellido,
hasta que todos nos transformamos en seres anónimos.
Yo casi no escuchaba radio,
hasta que fue la que mantuvo viva mi energía.
Yo criticaba a los bulliciosos estudiantes,
hasta que de a cientos me tendieron sus manos solidarias.
Yo estaba bastante seguro de cómo serían mis próximos años,
pero ahora ya no tanto.
Yo vivía en una comunidad con una clase política,
pero ahora espero que se la haya llevado la corriente.
Yo no recordaba el nombre de todas las provincias,
pero ahora las tengo a todas en mi corazón.
Yo no tenía buena memoria,
tal vez por eso ahora no recuerde a todos,
pero tendré igual lo que me queda de vida para agradecer a todos.
Yo no te conocía,
ahora eres mi hermano.
Teníamos un río,
ahora somos parte de él.
Es la mañana.
Ya salió el sol y no hace tanto frío.
Gracias a Díos.
Vamos a empezar de nuevo.»

Empezar de nuevo

Carlos Guillermo Garibay




Octubre de 1957

http://platoporplato.blogspot.com/2010/10/hasta-aqui-llego-la-primera.html

sábado, 13 de octubre de 2018

Sólo asegúrense de dejar un rastro cerca de la Casa Negra

«—¿Y qué le ha hecho a usted ese Francisco José Hernández —cada «c», cada «z» y cada «s» silbaban en su boca— para que tenga que ser… procesado de esa manera? 

—Eso no le importa, señor Nushi. Los detalles no me interesan demasiado. Sólo asegúrense de dejar un rastro cerca de la Casa Negra de El Saler. Lo que hagan con el resto no me incumbe. 

—¿Por qué la Casa Negra? 

—Pues porque es donde van todos los chaperos de Valencia a darse por el culo. Y ahí es donde quiero que lo encuentren».

El silencio del pantano

Juanjo Braulio




La Casa Negra. Pinedo

Subida por Lola Cuesta Camacho a VAHG

viernes, 12 de octubre de 2018

Se la llevó el agua durante la riada del 57, creo

«A tres o cuatro metros sobre el cauce, a la izquierda, se veían los restos de muros de viviendas y, más allá, ruinas de arcos y columnas. 

—¿Y aquello, sargento? —le preguntó al suboficial al mando del puesto mientras señalaba los esqueletos de ladrillos y mortero. 

—La presa vieja, mi brigada —contestó el agente—. Se la llevó el agua durante la riada del 57, creo.

Eso es lo que queda. En verano, los críos vienen aquí a lanzarse al agua desde ahí arriba y, de milagro, nunca ha pasado nada».

El silencio del pantano

Juanjo Braulio



Nazaret. Octubre de 1957

Todocolección

jueves, 11 de octubre de 2018

Del todo visible a través de las aguas cristalinas del Turia

«Porque de eso no había duda alguna: dentro de aquel saco había un muerto. El bulto estaba empotrado en uno de los vanos de aquella pasarela. Una de las costuras había cedido y una mano pálida se recortaba contra el fondo pardo del lecho acuático, del todo visible a través de las aguas cristalinas del Turia. Y, a tenor de la envergadura del paquete, o dentro había mucho líquido o el muerto estaba muy gordo o muy hinchado. O ambas cosas. Ninguna de ellas iba a ser agradable de ver».

El silencio del pantano

Juanjo Braulio





Cauce del Turia en 1967

Todocolección


miércoles, 10 de octubre de 2018

Los tres buzos ya tenían puestos los trajes de neopreno

«Los tres buzos ya tenían puestos los trajes de neopreno y esperaban sobre la pasarela de hormigón que cruzaba el río. Guardias jóvenes de espaldas anchas, cintura de abejorro, brazos como dos sacos de pelotas de tenis y culo respingón. Bajó la mirada y se concentró en dar una buena calada para borrar de su cara el cartel que creía tener en la frente y donde decía, en mayúsculas: «SOY DAVID GRAU; BRIGADA DE LA UNIDAD CENTRAL OPERATIVA DE LA GUARDIA CIVIL Y, ADEMÁS, MARICA». Envidiaba de esos chicos su cuerpo de gimnasio, pero no su tarea. El agua debía de estar helada».

El silencio del pantano

Juanjo Braulio


Cuerpo de Ranas de los Bomberos de Valencia. Fue uno de los primeros cuerpos de buceadores de todo el estado español. De izquierda a derecha: Vicente Martínez López, Nicanor Sánchez López, Pascual Enguidanos Zamora, Ismael Martínez Gimenez, José Enrique Marín Guillem, Manuel Briva Agulló, Juan Amar Sestayo, Ricardo Roig González, Francisco Gimeno Llorens, Vicente Fortuny Rodríguez, José García Gómez, José Ferri Jordá, Salvador Sanz Baixauli, Germán Donderis Bastidas, José Rives Lozano

https://www.valencia.es/ayuntamiento/bomberos.nsf/

martes, 9 de octubre de 2018

Era un 9 de octubre, festividad de San Donís

«Era un 9 de octubre, festividad de San Donís, patrón de los pasteleros. Ese día se celebraba en Valencia la tradición de la mocadorada: los enamorados se obsequiaban con un pañuelo repleto de dulces, frutos secos y peladillas. Los novios ricos solían anudar el pañuelo con una pulsera o una sortija de valor pero ese día en que llegué a Valencia yo no tenía a nadie a quien dar un caramelo.


En cambio a la esposa del Caudillo en el ayuntamiento le acababan de regalar un mantón de Manila lleno de golosinas y alhajas selectas en un acto oficial que estaba retransmitiendo con voz muy redonda el locutor de Radio Alerta: en este momento el excelentísimo señor alcalde en el salón de columnas hace ofrenda a la doña Carmen de un riquísimo mantón de Manila bordado a mano que rebosa de todo lo más dulce que se fabrica en la hermosa ciudad de Valencia, queridos radioyentes, con todo el surtido de turrones los valencianos ofrendamos a la señora también nuestro corazón agradecido.


Entrada de Franco a la provincia de Valencia. 1954

Luis Vidal

Levante EMV

Mientras el locutor llenaba de azúcar las ondas del espacio yo iba con la maleta en la mano por la calle Pascual y Genís, y allí había una pastelería llamada Nestares que tenía en el escaparate la imagen de Franco fabricada con frutas confitadas, cerezas, higos, orejones, albaricoques, melocotones, junto al escudo de España y la bandera nacional hecha con pasteles y repostería fina.


Calle Pascual y Genís

Principios del XX

Todocolección


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Muy cerca del cine Suizo, en la plaza del Caudillo, la pastelería Rívoli también exhibía la figura de Franco confeccionada a base de almendras garrapiñadas.


Plaza del Caudillo

Subida por Miguel López. a VAHG

La Rosa de Jericó, en la calle de la Paz, había montado un motivo patriótico con un arreglo de trufas típicas de la casa y en Noel se podía ver un gran retrato del Vigía de Occidente que hacía sonreír el bigotito entre las columnas de Hércules en chocolate con un letrero de merengue que decía: Plus Ultra.


Obrador de "La Rosa de Jericó"

https://www.facebook.com/LA-ROSA-DE-JERIC%C3%93-pasteler%C3%ADa-320342931333023/?fref=ts


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Pero ese día lo más dulce de Valencia era el sol de otoño.»

Tranvía a la Malvarrosa

Manuel Vicent

domingo, 7 de octubre de 2018

Allò que val és la consciència de no ser res si no s’és poble

«Assumiràs la veu d’un poble,
i serà la veu del teu poble,
i seràs, per a sempre, poble,
i patiràs, i esperaràs,
i aniràs sempre entre la pols,
et seguirà una polseguera.

I tindràs fam i tindràs set,
no podràs escriure els poemes
i callaràs tota la nit
mentre dormen les teues gents,
i tu sols estaràs despert,
i tu estaràs despert per tots.

No t’han parit per a dormir:
et pariren per a vetlar
en la llarga nit del teu poble.

Tu seràs la paraula viva,
la paraula viva i amarga.

Ja no existiran les paraules,
sinó l’home assumint la pena
del seu poble, i és un silenci.

Deixaràs de comptar les síl.labes,
de fer-te el nus de la corbata:
seràs un poble, caminant
entre una amarga polseguera,
vida amunt i nacions amunt,
una enaltida condició.

No tot serà, però, silenci.

Car dirà la paraula justa,
la diràs en el moment just.

No diràs la teua paraula
amb voluntat d’antologia,
car la diràs honestament
iradament, sense pensar
en ninguna posteritat,
com no siga la del teu poble.

Potser et maten o potser
se’n riguen, potser et delaten;
tot això són banalitats.

Allò que val és la consciència
de no ser res si no s’és poble.

I tu, greument, has escollit.

Després del teu silenci estricte,
camines decididament.»

Assumiràs la veu d’un poble

Llibre de meravelles. 1956 - 1958

Vicent Andrés Estellés



Las Provincias. 11 d'octubre de 1977

Flamejant t’he vist al vent i te porte dins del cor

«Senyera!
Símbol viril de la terra,
ala amorosa en la pau,
flama vibrant en la guerra,
clam, bes i llau.

Groc d’espiga i roig de sang
devallant del blau de cel
fins a tu no arriba el fang,
sols arriba el sant anhel.

Senyera!
Crit i clamor
de l’amor
verdadera.

Flamejant t’he vist al vent
i te porte dins del cor;
moure fas mon sentiment,
puix que ets feta amb sang i amb or.

Senyera!
Símbol viril de València,
llum de la Pàtria en la pau,
flama de nostra consciència
clam bes i llau».

Cant a la senyera

Carles Salvador



Detalle del cartel para la Feria de Julio. de 1910

J. Mellado