«Habitualmente, su medio de transporte para acudir al centro educativo era la bicicleta, pero, en aquella tarde fría, lluviosa y desapacible de noviembre, optó por coger un taxi. Como el Jardín del Túria —su itinerario ciclista habitual— se convertía en un barrizal en cuanto caían cuatro gotas, los días de lluvia optaba por un taxi o por el autobús, según aconsejaran las circunstancias y, sobre todo, el tiempo disponible, pues lo que más odiaba en el mundo —después de los listillos maleducados— era la impuntualidad. Le gustaba estar ya sentado en su pupitre cinco minutos antes del inicio de la clase: las siete en punto de la tarde».
El silencio del pantano
Plaza de la Reina
Todocolección
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