«Rosa se detuvo en un puesto de flores y saludó a la mujer. Fue muy breve y continuó caminando. Observó su cara con una sincera sonrisa.
Le pareció simplemente tierna y maravillosa. Tan solo pudo escuchar como la mujer le decía:
—Gracias a ti, Rosa… Cuídate.
En ese momento, recordó que ese era el mismo puesto donde él varias horas antes había encargado un ramo. Lo había olvidado por completo con la emoción. Aprovechó en el mismo instante que pasaba por allí, para recogerlo por supuesto sin quitar ojo a Rosa. Así lo hizo. Fue muy breve, tan solo unos segundos. El ramo era precioso, seguro que le iba a encantar. Cuando intentó retomar la visión de Rosa, la había perdido».
Las doce llaves
María Villamayor
Mercado de flores
Todocolección
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