«Lorik le dijo que tenía el coche en la misma calle. Muy cerca. La Mercedes Vito brillaba blanca bajo la luz de las farolas de la calle Turia. Leka estaba dentro, advertido de que el cebo y la presa venían gracias a una llamada perdida de Lorik a su móvil. Cuando Paco se sentó en el asiento del copiloto, la manaza del gigante le tapó la nariz y la boca con un paño impregnado en cloroformo. Ni un ruido. Ni un gemido. Rápidos y eficaces. Como lo eran en los batallones en su Kosovo natal. Aunque entonces eran soldados. Ahora eran asesinos».
El silencio del pantano
Juanjo Braulio
Calle Turia. Riada 1957
VAHG
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