«Valencia era una ciudad obsequiada por su huerta y vivía solo dentro de sí misma, autosatisfecha, muy alejada en espíritu del resto de una tierra que no tuviera en el horizonte la torre del Miguelete».
Retrato de una mujer moderna
Manuel Vicent
«Valencia era una ciudad obsequiada por su huerta y vivía solo dentro de sí misma, autosatisfecha, muy alejada en espíritu del resto de una tierra que no tuviera en el horizonte la torre del Miguelete».
Retrato de una mujer moderna
Manuel Vicent
«Algunas veces pasaba un coche o camión que utilizaban el famoso gasógeno que quemaba carbón, cáscaras de almendras y otros muchos materiales, para encender, no sin dificultades, el motor permitiéndoles andar a velocidades muy reducidas».
Al Amparo del Salvador
Pep Martorell
«Hace algunas décadas, muchos automóviles españoles andaban con madera o carbón vegetal en lugar de gasolina. Ello era posible gracias al gasógeno, un invento del siglo XIX, que con la quema de combustibles modestos generaba un gas que se convertía en calor, electricidad o movimiento. Fue bastante utilizado en Europa hasta principios del siglo XX, cuando la extensión de la red eléctrica lo dejó obsoleto. En 1920, un francés desarrolló el gasógeno para automóviles, de reducidas dimensiones y fácil de transportar en un pequeño remolque, o en el propio vehículo si este era lo bastante grande. Fue de gran utilidad durante la Segunda Guerra Mundial, cuando en todas partes escaseaba la gasolina, destinada casi íntegramente al esfuerzo bélico.
También la escasez de hidrocarburos motivó que el gasógeno se utilizara en España tras la guerra civil, para mover camiones y turismos. Su gran ventaja era que lo quemaba casi todo: desde carbón vegetal hasta restos de poda y cualquier tipo de madera. Su principal inconveniente radicaba en lo laborioso del manejo: había que cargar la caldera, esperar a que tomara temperatura, mantenerla en su punto, vaciar las cenizas, etc. Se calcula que para cada hora de viaje se precisaban quince minutos de operaciones. Tampoco la calidad del gas obtenido permitía velocidades supersónicas. Era un apaño para ir tirando en plena autarquía. Sin prisa, y con un hacha para hacer leña donde se presentase, se podían recorrer grandes distancias».
Xavier Domènech. Levante EMV. 23 de septiembre de 2012
«Vaig decidir passar per l’Ajuntament, bo i aparcant el cotxe a la Plaça de Saragossa, o de la Reina, de la qual ignore quin dels dos noms per fi han triat com a oficial, atès que la ciutat sembla que no té gaires problemes per resoldre i gandulejar amb foteses. Una ciutat, València, que ha exportat, per mimetisme dels alcaldes locals de la comarca, la fórmula urbanística de fer un centre bonic i polit i una perifèria abandonada, tot aprofitant-se d’una ciutadania neulida durant anys, com si els hagueren hipnotitzat la capacitat de pensar».
Un dinar un dia qualsevol
Ferran Torrent
«Algunos marines guardaban cola frente al carrito de un viejo que vendía cucuruchos de cacahuetes. El viejo cobraba una peseta a los indígenas y un duro a los americanos; demostraba tener con los cacahuetes un sentido más patriótico que el que Franco había tenido con las bases.
—¿Qué vale?
—Una peseta, chaval.
—How much?
—Un duro, míster».
Tranvía a la Malvarrosa
Manuel Vicent
«L’assemblea sobre el lideratge de Butxana es debatia al cotxe d’Albert, aparcat en doble fila a la Plaça de la Reina, on Tordera convocà Miquel a fi que els comunicara l’agenda de Lloris. Al darrer tram del Carrer Sant Vicent, tocant la plaça, l’home que encapçalava l’oposició municipal tenia la seu. Només estaven fent temps, però el temps s’acabava. A les vuit del vespre Lloris eixiria d’allà. Faltaven deu minuts. Tordera acomiadà Miquel».
Només socis
Ferran Torrent
Plaza de Zaragoza, actual de la Reina
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