«En las corridas que se celebraban en Valencia los toros llevaban escrito con cal en el costillar el visto bueno de control del comité de UGT y de CNT, las dos organizaciones sindicales de la época. Los toreros salían a la plaza puño en alto, como en Sevilla lo hacían saludando al estilo romano. Miguel estaba en su salsa hasta que un día lo llamaron a filas para enviarlo al frente. Mientras le tomaban la talla, el cantaor buscaba la forma de escabullirse haciéndose el gracioso.
—Oiga, mi capitán, que yo soy corto de vista.
—¿Y qué?
—Y tengo muy mala puntería. Y además, estoy cagadita de miedo.
—No importa, Miguela. Tú échate al suelo, mira hacia delante, cierra un ojo, aprieta el gatillo y con eso basta.
—En lugar de pegar tiros para matar fascistas, ¿por qué no me dejan montar una pequeña compañía de varietés? Podría dar espectáculos en el frente para animar a las tropas y recaudar de paso dinero para la República.
—Siendo como eres de cobarde y de gracioso, y con todo lo demás que arrastras, lo tuyo no está mal pensado. Lo voy a consultar con el mando.
Era un artista muy popular y el correspondiente comité aceptó la idea».
Retrato de una mujer moderna
Manuel Vicent
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