«Miguel de Molina abandonó la capital para refugiarse en Valencia. Sus amigos le aconsejaron que no asomara la jeta porque le iban a pegar tres tiros, pero él era un artista y después de un año de andar escondido se empeñó en volver a Madrid para presentar un espectáculo, como empresario, en el teatro Cómico. Había que arriesgarse para no morir de hambre. Como era de esperar, la noche del estreno se armó un escándalo. El patio de butacas se llenó de insultos a cargo de unos falangistas al grito de «¡no queremos rojos ni maricones!» y a partir de ese momento empezó su persecución, que no cesó hasta echarlo del país».
Retrato de una mujer moderna
Manuel Vicent
Miguel de Molina en Valencia
Estudio Valentín Pla. Plaza del Caudillo
Todocolección
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