«Aquella noche yo estaba tratando de encontrar en el dial del telefunken la emisora de la Pirenaica cuando oí el tumulto. El aparato crepitaba como una freiduría de boquerones y una voz gangosa que iba y venía de las ondas relataba incomprensibles rebeliones de obreros que habían sucedido en Barcelona. El enano sangriento del Pardo seguía metiendo en la cárcel a los esforzados luchadores por la libertad y el pueblo hambriento… Yo no comprendía nada. Entonces la radio Pirenaica me daba un poco de risa. A mí me gustaba más radio París donde hablaba Madariaga y Álvarez del Vayo, pero aquella noche de verano las soflamas antifranquistas de la Pirenaica que llegaban de Praga se unían a las canciones del Titi en la plaza del pueblo, cuando la luna sale, sale de noche y un amante la espera en cada reja, luna, luna de España cascabelera… y de pronto se oyeron gritos desaforados del público que obedecían a un gran altercado. Una bailarina estaba en el tablado bailando un mambo y daba aire a sus muslos y en las revoleras enseñaba sus bragas rojas. Uno de los serenos con gorra de plato se acercó al pie de la tarima en medio de la plaza y con el puño curvo de la garrota enganchó a la artista por la pantorrilla y sin más la derribó.
—Eso está fuera de la ley —dijo la autoridad—. A este pueblo no se viene a enseñar el culo».
Tranvía a la Malvarrosa
Manuel Vicent
Rosita Amores en el escenario del Teatro Alkázar de Valencia
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