«La lluvia había dejado las calles empapadas y relucientes. Aún chispeaba cuando Sara empezó a caminar. Rebuscó en su bolso buscando el paraguas, pero como de costumbre lo había dejado olvidado. Cruzó la calle Burriana deprisa, esquivando los charcos en busca del coche aparcado a pocos metros de allí. Las frías gotas le resbalaron sobre la cara y Sara se dejó querer. Cómo le gustaba la lluvia, era como si le purificara, produciéndole sensación de bienestar».
Las doce llaves
María Villamayor
Cruce calle Burriana con Císcar . 1961
Pinterest. Oficios desaparecidos
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