«—¡Anda, anda, toma esto y piérdete de mi vista, que me desacreditas el negocio! —le riñe Teófilo, al tiempo que le entrega un cucurucho con desperdicios comestibles, raspas de arenque, aletas y colas de bacalao y puntas de salchichón en las que apenas hay algo más que la cuerda y el marchamo de hojalata.
Con todo eso, un hueso ya cocido que le den en la fonda, y los desperdicios de verduras del mercado (hojas de lechuga secas, tronchos de berzas, patatas medio podridas que él sanea con su navajilla), se prepara Territorio un perol que le sirve de desayuno, almuerzo y cena.
—Don Teófilo, cuando jubile esas zapatillas no las vaya usted a tirar —le recuerda desde la puerta—. Me las guarda, que yo las apuro.
—Descuida, Territorio, y ahora vete, que me espantas la clientela.
—A mandar».
De la alpargata al Seiscientos
Juan Eslava Galán
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