mano inhábil, ojo atento
y la cometa en el viento
(su corazón) se cernía.
Ave, cometa, de un día
su corazón soñoliento.
Pues el corazón quería
huir pero no podía,
pero no sabía al viento».
El niño y la cometa
Dámaso Alonso
«Hay dos cosas que son incontrolables en un Domingo de Resurrección en El Cabañal. La primera es el sol. No recuerda ni un solo día así en el que el tiempo no fuera espléndido, casi desvergonzado. La otra es la música. En los Poblados Marítimos de Valencia, las procesiones de la jornada de Pascua se hacen a ritmo de pasodobles. La luz y las melodías festivas entran en tromba por las ventanas. Pese a la frenética actividad que las hermandades, cofradías y bandas de música despliegan por las calles, él experimenta los dulces efectos de una mañana perezosa».
El silencio del pantano
Juanjo Braulio
«Por la pasarela de madera, roída por el salitre, avanza el portador, que ya acusa el peso de la cruz después de casi dos horas de llevarlo a cuestas. El Cristo del Salvador, patrón de los pescadores del Cabañal, es metido en la playa como cada mañana de Viernes Santo para bendecir con su presencia el homenaje de la corona de laurel a los que desaparecieron mar adentro.
No hay que fiarse nunca del agua salada. Ahora está mansa, radiante en su vestido azul de primavera, pero hace siglos que los habitantes de los Poblados Marítimos perdieron la cuenta de las vidas que se ha tragado. Por eso, cada mañana de Viernes Santo, el Cristo del Salvador es traído hasta aquí a hombros de la gente de la red. De la poca que queda».
El silencio del pantano
Juanjo Braulio
«Mira por la ventana de su estudio. Fuera llueve sobre el Cabañal. Le encanta la lluvia tranquila —siempre escasa en la ciudad donde vive, más proclive a aterradoras gotas frías de otoño, escandalosos aguaceros de primavera y espectaculares tormentas de verano que desbordan ríos y barrancos—, porque piensa que si llueve cuando debe hacerlo, el mundo se mantiene en orden. No obstante, espera que el pronóstico del tiempo tenga razón y la inestabilidad termine a lo largo de la tarde».
El silencio del pantano
Juanjo Braulio
«—¿Localizaste a Lloréns? —preguntó ella.
—Sí, realmente es muy bueno en lo suyo, si no el mejor. Le llueven los encargos para realizar toda clase de cruces, sobre todo de cofradías de Semana Santa. Pero conseguí que hiciera un hueco para atender a mi encargo».
La cruz de los ángeles
Antonio Lázaro
«El señor Amadeo sintió la conciencia de sus muchos años. ¡Ochenta y siete! ¡Recordons, como pasaba el tiempo!. Parecía ayer y habían pasado ya.....¡Es igual, muchos!.
La banda desfilaba ante él con sus uniformes oscuros, dejando atrás un residuo de notas musicales caídas en el suelo, que barría el “oratget” que apenas soplaba. El señor Amadeo cerraba un poco los ojos...
El mismo día de Semana Santa, el mismo tufillo primaveral insinuándose en el aire, trayendo algo intangible pero claramente perceptible: la primavera. Unas calles sin adoquinar –aún faltaban años- con charcos y gallinas sueltas, unas mujeres lavando en la acequia del Gas, y los músicos de Corbella, los del Patronato, con sus uniformes a la última, ros con plumero y guerrera azul, acompañando a una imagen de la Dolorosa, escoltada por docenas de espantables fisgones –“els granaeros”- cuyos uniformes parecían confeccionados con tela de colgadura de muerto.
El mismo, Amadein, corriendo alrededor de los músicos, pisando los charcos que al salpicar ensuciaban los zapatos de charol de los granaderos, que furiosos, dejaban sentir en las costillas de los mocosos más de una “esplanisá” con la funda del chafarote de caballería, que ese sí, tal vez hubiera pertenecido a la guardia de Suchet, allá por el año de Maricastaña.
Las mujeres llevaban su falda de fiesta, coloreada vivamente, el “mochar” de “tomata i Ok” al cuello y muchas, cada vez más, zapatos en los duros pies. El yayo de Hamah in decía que “Aixa de les abates es un “lucho” (lujo quería decir) cerque Abas, o acaben descalces o en “espardenyes”. Y abobinaba de las costumbres del día sentado en su taburete de esparto a la puerta de casa el “Cafre”, mientras poco a poco deglutía su “gotet de canya”, un ron blanco infernal traído de “extranjis”.
Allá iban, con su Dolorosa al frente, los músicos del Patronato.
El señor Amadeo, abrió los ojos.
Nada era parecido, todo había cambiado de forma drástica, pero aquel grupo de hombres que desfilaba a los sones de “Mektub”, la lenta marcha procesional, tan vieja como el Patronato, era la misma banda, era algo del viejo Cabañal que cumplía cien años en aquel 1984, eran todavía los de Corbella, que se mantenían vivos por un milagro de tenacidad y perseverancia. Él, Amadeo, también era el mismo pero...ya no soplaba.
Continuó rememorando: cuando él nació la banda ya había salido de quintas; ya tenía veintitantos años. Todavía no estaba construido el Casinet, que albergo a la otra banda, la del “Peixet”; que sirvió de cooperativa de alimentación allá por los años veinte, con sus tiendas abiertas a huecos del edificio: tiendas “a ralla”, a pagar cuando los hombres volvían de la mar.
¡Que pequeño era el Cabañal entonces!. Todo aquello de “Cap de França”, Cagarritar, Malvarrosa, ¡bah!, ya había pasado, pero al empezar el siglo, hacia muy poco que Valencia se los había anexionado, y aún era casi un pueblo con vida propia: las barcas eran lo más importante; la mar daba de comer a todos, más bien o más mal. Pero aún eran cuatro gatos y había solidaridad, y se conocían todos, y con todos se podía contar. Ahora... valía más la pena no pensar: en la playa no había barcas, las gentes no se conocían entre sí, las cosas eran impersonales, estanterías de muñecos despersonalizados...¡Pobre Cabañal! ¡Pobre Amadeo!.
Aún escuchaba música de la banda. Poco a poco la devoraba el ruido de los motores, la altura de las fincas.
El señor Amadeo “roda el cap, entra en el bar mes proxim y demaná una copa de ron blanc, era la seua vengança contra tot, contra res, contra ell mateix, contra el temps, contra la mort i contra la vida”».
Cent anys i... a fosques
Vicente Maurí
http://entrevientoynubes.jimdo.com/cabanyal/
«València resplendia entre els llums nocturns quan el comissari va entrar al Hollywood. A fora, un guardaespatlles es va quedar dins del cotxe —un Renault 12 amb els vidres blindats— i un altre vigilava fent voltes pel carrer o bé des de l’interior del bar del davant, a través de la finestra, sense perdre de vista la porta principal i el carrer lateral. Bernardo del Río mai no havia rebut amenaces de mort, però no calia ser un paranoic per saber que alguna gent li’n tenia, de ganes».
La mirada del tafur
Ferran Torrent
«El capellà va aprofitar el bon ambient per repartir, com tenia per costum una vegada a la setmana, números de loteria a benefici del col·legi de sordmuts.
—Senyors, els pregue una miqueta de caritat amb els necessitats. Només són deu durets. Hui vostès seran un poc més pobres, però ja saben que dels pobres serà el regne de Déu».
La mirada del tafur
Ferran Torrent
«Hollywood era la cafeteria dels germans Josep i Ferran Torres en els temps convulsos de la València dels inicis de l’any 75. Situada al centre neuràlgic de la ciutat, tenia dues portes: una, la principal, donava al carrer que confluïa a la plaça llavors del Caudillo, mentre que l’altra, precedida d’un giradiscos, era en un carreró estret, tot ple de tasques, sense a penes trànsit rodat i per on els diversos distribuïdors comercials subministraven a la cafeteria bo i aprofitant que aquesta entrada enllaçava amb l’escala que conduïa al magatzem.
No era ben bé una cafeteria, tampoc un pub. El Hollywood era un compendi que responia a la demanda social de la zona: al matí, acollia funcionaris i gent de pas; al migdia, generalment, rendistes i fills de bona família hi prenien el vermut; a la vesprada s’hi barrejaven parroquians de tota mena, i a la nit… Bé, de nit les ciutats haurien de ser més cordials, però els germans Torres havien heretat una clientela nocturna annexa al traspàs del local. De fet, el Hollywood tenia un soci addicional, el Fino, herència de Tomàs Torres, oncle dels germans que en vida adquirí compromisos que ara Josep i Ferran arrossegaven. No era un mal tipus, el Fino; era un proxeneta diguem-ne emèrit. El seu passat atreia algunes de les prostitutes nocturnes desplaçades del barri xino, les putes captivaven periodistes addictes a qualsevol règim polític, i aquests últims induïen la presència d’un policia ben especial: Bernardo del Río, comissari de la Brigada Politicosocial.».
La mirada del tafur
Ferran Torrent
«Cuando salí de Spook me fui a la playa, a perder el tiempo un rato, nada, dos o tres semanas. Me fui con Gani [Manero] —que luego estuvo conmigo en Megabeat y que entonces estaba en A.C.T.V por las tardes— y, allí en la playa, hablando de que yo no quería volver a Spook, le dije a Gani, «oye, ¿y si montamos unas fiestas el domingo para poder dormir?». Porque él venía a Spook siempre después de A.C.T.V y se quedaba conmigo hasta cerrar y no dormíamos nunca. Y me dijo, «tío, ¿por qué no hacemos algo en A.C.T.V?». Y, buah, la armamos, la armamos: en dos semanas lo reventamos. La primera semana ya estaba lleno, pero es que la segunda o tercera semana ya no se cabía. Esto sería a finales del 88, por ahí, y estuvimos tres meses, creo, más o menos. Ahí metí un rollo más raro, discos de Pankow y cosas así; temas que también metía en Spook, pero rollo más techno duro, con bases potentes, mezclado con el principio del acid, que no se oía ni en Ibiza. Ponía acid de dos recopilatorios que salieron en Chicago. Eran bestiales, era un acid medio techno, medio industrial, una mezcla rara, y no era el acid ese típico que salió luego ya en verano; te estoy hablando del acid del principio, con mucho [Roland] 303, a saco… Eso es la época de A.C.T.V y Coliseum, una discoteca que estaba al lado y que cogimos después Gani y yo. Le cambiamos el nombre y le pusimos Coliseo».
Reseña biográfica de Fran Lenaers (extracto)
¡Bacalao!
Luis Costa Plans
«Al principio, A.C.T.V abrió como una discoteca muy alternativa y moderna, con chicas sirviendo con bandejas en medio de la pista y todo lleno de monitores de televisión por todas partes, muy artístico. No funcionó. A partir de ahí se abrió como after con Vicente Pizcueta, de diez a dos de la tarde. Pero eso tampoco tenía mucha salida, dado que los que iban siempre eran los mismos y era todo muy experimental. Entonces, para darle más solidez al proyecto, se empezó a abrir los domingos por la tarde, con Fran Lenaers y Gani Manero, que estuvieron allí unos meses (no llegó al año). Nuestro éxito empieza los domingos, de cinco de la tarde a doce de la noche, fuera del circuito establecido de discotecas.
El público que teníamos era gente de la Ruta, que a esas horas aún había supervivientes, y gente joven que salía los domingos por la tarde, gente bien, niñas guapísimas. Y tampoco es que llegaran todos mascaos; alguno llegaba, claro, pero tampoco era esa la idea. Fuimos de los primeros en abrir por la tarde».
Reseña biográfica de Joan Bataller (extracto)
¡Bacalao!
Luis Costa Plans
«Más adelante, ya en 1986, decidimos instalar un disco-bar, con una estética de los años cincuenta, en la línea de Mariscal. Vicente Pizcueta organizaba las sesiones matinales de los domingos. Así nació A.C.T.V, conceptualmente concebido como una plataforma para nuevas tendencias creativas: artistas gráficos, sonoros, lumínicos, videoarte, performance, happening… Era todo provocación cultural. Y de ahí A.C.T.V: Actividades Culturales Termas Victoria.
Teniendo en cuenta que la estética que se pretendía era industrial, qué mejor que un espacio de grandes dimensiones. Partimos de un concepto minimalista e industrial, con unas increíbles bases de luz y sonido, y también videoarte, proyecciones y una imagen gráfica muy potente e inédita en la época. La inauguración fue un éxito total de público, con lo más granado de la cultura valenciana».
Reseña biográfica de Julio Andújar (extracto)
¡Bacalao!
Luis Costa Plans
«Debido al gran éxito del salón de baile Casablanca, y dado que estaba disponible un espacio de dos mil metros cuadrados en la arena de la playa de la Malvarrosa, en el 80 organicé la instalación de un nuevo espacio: una terraza con hamacas, sombrillas, restaurante y DJ que pinchaban las últimas tendencias musicales llamado Tropical. Fue un local muy concurrido por famosos de la época como Sabina, [Vicente] Bartual, Los Toreros Muertos, Alaska, etcétera, y donde se presentaron grupos tan emblemáticos como Vídeo, Betty Troupe o Los Inhumanos».
Reseña biográfica de Julio Andújar (extracto)
¡Bacalao!
Luis Costa Plans
«Tenía todos los servicios clásicos de la época. Estudiando las necesidades del público, creé un espacio de bailes de salón llamado Casablanca, con grandes big bands en directo y música de los años cuarenta, cincuenta y sesenta. El público volvió a disfrutar del baile en pareja en un espacio maravilloso junto al mar. Tuvo un gran éxito y repercusión en la sociedad valenciana, y se celebraron varias ediciones de la Mostra de Cine, conferencias, desfiles de moda, presentaciones de discos y libros. Actuaron artistas como Sacha Distel, Bruno Lomas o Bonet de San Pedro».
Reseña biográfica de Julio Andújar (extracto)
¡Bacalao!
Luis Costa Plans
«Con la experiencia adquirida en Crac, decidí crear una nueva instalación en 1978. Era un edificio en ruinas de principios del siglo xx, en concreto del año dieciocho, que antiguamente había sido un balneario de agua salada de prestigio en Valencia conocido como Termas Victoria. Tenía todos los servicios clásicos de la época».
Reseña biográfica de Julio Andújar (extracto)
¡Bacalao!
Luis Costa Plans
«Ya habían pasado las fallas. Tal vez ese año al parador del Foc o del So Nelo había venido a cantar Renato Carossone o Marino Marini o Sacha Distel o Lorencito González o Luis Mariano o las Hermanas Benítez o Xavier Cugat y Abee Lane. En fallas los señoritos valencianos se iban a Andorra a comprar duralex».
Tranvía a la Malvarrosa
Manuel Vicent
«En fin, cuando toda la gente está congregada en torno a ellos y el viento sopla en la dirección requerida, estos mamuts de madera comienzan a arder, se encienden los explosivos y estallan las bellas guirnaldas de fuegos artificiales, dando la impresión de que la ciudad entera está ardiendo. Es realmente digno de ver, uno de los grandes espectáculos europeos».
Iberia
James A. Michener
«En la plaza mayor se levantan enormes ingenios de madera en forma de caballos, o de galeones, o del Mont Blanc suizo, o de los dirigentes nacionales, y cada palmo cuadrado de madera está cubierto de explosivos de muchos colores, mientras que cadenas de pequeños cohetes cuelgan como guirnaldas en todas direcciones. Quiero decir que esos ingenios de madera tienen a veces la altura de un edificio de tres pisos y están sólidamente construidos».
Iberia
James A. Michener
«Cuando salí de la estación, el cielo de Valencia estaba lleno de fuegos artificiales, y el aire de gritos y música, y chillidos de júbilo. Valencia es la capital europea de los fuegos artificiales, superándose a sí misma con las fallas».
Iberia
James A. Michener
«La multitud que estaba en el lado derecho maldecía su suerte. El viento soplaba del norte. Eso significaba que les traería la humareda y la lluvia de papelitos y trocitos de plástico que el disparo de la mascletà provocaría. No obstante, los más entendidos —o sea, casi todos— decían que no hay mal que por bien no venga, pues el molesto aire que les impediría ver bien el fuego aéreo también les llevaría mejor el sonido. Los más mayores se quejaban de que, cada año, las vallas de seguridad se comían más terreno del público y contaban las mascletàs de sus años mozos y golfos, cuando no había cercas de acero y casi te podías meter dentro de la zona de fuegos. «Entonces sí que estaba bien, sí. Ahora, tan lejos, se pierde mucho». Entre los miles de espectadores siempre hay quien acude por primera vez, traído por un nativo que le explica que no se tape los oídos, porque es peor, y que deje la boca entreabierta para evitar que le revienten los tímpanos. La gente que hay alrededor mira al neófito con una mirada burlona, pero, sobre todo, de expectante malicia: no hay nada más divertido para un valenciano que contemplar el terror que se dibuja en la cara de los que jamás han estado en una mascletà de Fallas cuando la furia de la pólvora es desatada por los maestros del fuego. Que toque en suerte estar al lado de un espectador de oídos vírgenes en estas lides añade malévola diversión al espectáculo "que más nos gusta a los valencianos. A mí, los castillos, ni fu ni fa. Eso sí, las mascletàs me pierden"».
El silencio del pantano
Juanjo Braulio