«En la modesta despensa que teníamos empezaron a faltar la harina, el arroz, el aceite y el azúcar. Yo notaba las mermas en todo, pero prefería callarme, no decir nada, porque me imaginaba que ella les llevaba a sus familiares cuanto nos quitaba a nosotros. Por aquellos tiempos, comprendíamos esas cosas. En la capital era difícil conseguir casi nada, como no fuera a costa de mucho dinero. Y nadie teníamos dinero. Sin embargo, yo pensaba que lo normal hubiera sido decírnoslo tranquilamente en vez de tener que robarnos a escondidas. Me callaba, porque no quería que se enfrentasen tu padre y tu tío, a pesar de que sabía que ese enfrentamiento tenía que llegar».
La buena letra
Rafael Chirbes
Valencia. 1937
Ultramarinos
Kati Horna
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