«Donde antes había pequeños astilleros, zonas semisalvajes de plantas rastreras de litoral salpicadas de hierros oxidados y barcas abandonadas en las que hacían sus guaridas vagabundos y borrachos, ahora se extendía espaciosa y muy poblada de bañistas, aunque no saturada, la playa de Valencia. Bien equipada de socorristas, duchas y toda clase de servicios, su ancha lengua de arena se desplegaba a lo largo de varios kilómetros».
La cruz de los ángeles
Antonio Lázaro
Astillero en la playa del Cabanyal o Canyamelar
Cortesía de José Navarro Escrich
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