jueves, 21 de diciembre de 2017

El ácido disolvía la farlopa en un suspiro y el váter tragaba lo que fuese

«Aunque fuera cascaba el calor mediterráneo, la chimenea estaba encendida y la energía de sus leños se compensaba mediante un potente equipo de aire acondicionado para hacer soportable la estancia. 

Siempre había fuego en casa del Marqués, porque esas llamas eran un modo eficaz de destruir el material si los pasmas asaltaban el fuerte como una horda de bárbaros. No era el único método de disolución/evaporación. Un bidón de ácido aguardaba en una esquina, y el cuarto de baño pegado a la gran habitación siempre tenía la puerta abierta de par en par. El ácido disolvía la farlopa en un suspiro y el váter tragaba lo que fuese, aunque ese subterfugio era el último recurso, pues ahora la pasma contaba con polis fontaneros que destripaban las tuberías buscando restos de bolsas de farlopa».

Sesenta kilos

Ramón Palomar




Las Casitas Rosas. La Malvarrosa

La Vanguardia. 1 de noviembre de 1991

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