«El sonido de las nueve campanas del Miguelete volteando manualmente y anunciando el toque del alba en honor a la Virgen estremeció a la plaza. Acababa de empezar la misa y todos en silencio escuchaban y rezaban con suma atención. Sus oídos se deleitaban con la música celestial de los coros, y la plaza se vio inundada de tiernos y dulces sonidos como si estuviera invadida por centenares de ángeles. Una bandada de palomas desplegó el vuelo desde lo alto de la Basílica en señal de paz, dejando paso a los rayos del sol que empezaban a brillar anunciando un nuevo día. La emoción se hacía visible en cada uno de los presentes, sembrando la plaza de esperanzadores rezos e incontrolados sollozos».
Las doce llaves
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