domingo, 26 de mayo de 2019

Lo más importante de la paella es controlar bien el fuego

«Cerca de ella había una mesa rudimentaria con recipientes de verduras, carne de pollo y conejo, tomate rallado y azafrán, algunos paquetes de arroz y una perola con agua.

Ejercía de cocinero el nuevo propietario de la casa derruida, el doctor Pedro Caba, que llevaba un mandilón decorado con un cómic erótico, dos marcianos copulando dentro de una despensa llena de frutas y embutidos obscenos. Parecía que estaba ofreciendo un sacrificio ritual cuando al echar los trozos de conejo y de pollo, de pronto, desde el fondo de la paella saltó una gran llamarada con el fragor del aceite hirviendo que iluminó el rostro de aquella diosa hermética. Ella no se inmutó. Entonces el cocinero dijo: 

—Ahora es necesario que la carne se dore bien. Éste es el secreto de la paella, Dolores. 

—El famoso sofrito… —murmuró Amaya, la hija de Pasionaria. 

—Lo más importante de la paella es controlar bien el fuego —sentenció Quique, el profesor de Derecho Financiero.»

Jardín de Villa Valeria 

Manuel Vicent



Casa Polit. La Malvarrosa

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