«Sólo cuando al alba el otro faro, también llamado sol, fue
encendiendo de a poco la ribera y el oleaje, el faro del
cuento tuvo noción de la tragedia. Ahí nomás, a pocas
millas de su torre grisácea, se veía un velero
semihundido. Por supuesto pensó en la gente, en los
posibles náufragos, pero sobre todo pensó en el velero,
ya que siempre se había sentido más ligado a los barcos
que a los barqueros. Sintió que su reacio corazón se
estremecía y ya no pudo más. Cerró su ojo de modesto
cíclope y lloró dos o tres lágrimas de piedra».
El faro (fragmento)
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