martes, 8 de febrero de 2022

Lucía el sol aquella mañana en la plaza Xúquer

«Creo que Fina no me entendió. O quizá me entendió mejor que nadie. A la media hora, un poco antes de entrar a la clase de «Reverencias y Bajada de pantalones sin que parezca que usted se baja los pantalones», me llamó la secretaria del cursillo, una mujer llamada karmele Marchante que se parecía mucho a Mercedes Milà. Estás expulsado, dijo sin contemplaciones. Y da gracias que no te denunciemos por acoso, pero no queremos escándalos. La monarquía es una institución muy seria y tú no das la talla. Ni como marqués ni como perrito de marquesa. Así que a la puta calle. Y como digas algo de todo esto prepárate para lo peor. Nuestro asesor Villaconejo lo ha grabado todo. Sabemos que eres adicto a los Ferrero Rocher y que no utilizas la escobilla en el retrete para limpiar la manteca que dejas. Y más cosas, pero creo que no es menester. Creo que has entendido. Así que la puta calle.

Salí algo entristecido, lo reconozco. Me había hecho ilusiones, yo, que sé que nunca hay que hacerse ilusiones. Lucía el sol aquella mañana en la plaza Xúquer. En la terraza de La Salamandra seguía Washington Peláez, nuestro escritor argentino. Le conté lo sucedido. No pareció afectarle mucho. Washington Peláez, publicado está, era un hombre sereno, apacible, con un puntito zen. Me senté a su lado. Iba con su sempiterno batín de felpa, pero algo en su aspecto había cambiado, algo que en un principio no supe advertir. El mundo es un lugar extraño, dijo al rato. Crees que has aprendido algo pero lo que aprendes no lo aprendes para siempre. Jodido Peláez, pensé, mejor te quedas callado. Pedí un cortado. Otro más. Mi sueño de ser marqués no había durado ni medio día. Entonces me fijé en las zapatillas de Washington Peláez. No eran las clásicas alpargatas a cuadros, las Nike doña Rogelia que yo le conocía. Caí en la cuenta de que era eso lo que le hacía parecer distinto. Sorprendido, pregunté en voz alta, ¿Puma? A lo que Washington Peláez, escritor argentino, el hombre que nunca salía del barrio de San José, contestó: venga bah, un cigadito».

El marquesado de Zurradores

Rafa Lahuerta Yúfera

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Plaza Xúquer. 1957

Subida por Jaume J. Climent a VAHG


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