«En el trampolín de tres niveles se establecía una competición de musculaturas y posturitas de jóvenes con el bañador de cordoncillo y las chicas que llevaban traje de baño con hombreras miraban la exhibición bajo aquella luz de la Malvarrosa que estallaba en la vertical de todos los cráneos. Allí celebré las bodas con mi inocencia, según Camus. Los primeros días de ejercicios en el solario me abrasaba la piel y de noche mientras preparaba los exámenes se me ponía la espalda en carne viva. De madrugada bajaba al comedor y me llevaba a la habitación la aceitera y con ella me embadurnaba con aceite de oliva todo el cuerpo a modo de bálsamo de urgencia y untado de esta forma como un griego leía un librito de tapas rojas, Verano, de Camus, donde estaba mi nueva profesión de fe, que era Nupcias en Tipasa».
Tranvía a la Malvarrosa
Manuel Vicent
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