«Suponía que si el campeón de Europa me rompía el cuello con una llave de catch sería el hijo de un fabricante de zapatos el que moriría otra vez y no yo. Algo parecido seguía pensando cuando pasé cogido del brazo de la China por delante del Ruzafa donde ponían esa tarde la zarzuela Los Gavilanes. Si en los brazos de aquella mujer hacia el ridículo sería otro el humillado, pero también todas las palabras de amor que la chica pronunciara, el placer que experimentara y todos sus gemidos atravesarían mi alma sin tocarla para ir a parar al alma de un muerto. Y no obstante la China juraba que se moría de deseo por mí. Lo decía mientras me llevaba de la mano como a un hijo por aquellos peldaños de madera que liberaban un crujido con una nubecilla de polvo en cada pisada durante mi ascensión acongojada a la pensión de la Nueva Torera que estaba en el tercer piso».
Tranvía a la Malvarrosa
Manuel Vicent
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