«A la altura del Cabanyal el paisaje había comenzado a llenarse de tapias y escombreras con cañizares y almacenes destartalados, y en seguida el tren se había metido resoplando ya con lentitud entre las fachadas sucias con mucha ropa tendida en las ventanas y la máquina no había parado de silbar con un sonido amenazador cuando atravesaba algunas bocacalles de la ciudad que tenían la barrera echada, y en el paso a nivel del Camino de Tránsitos esperaba la gente con motos, bicicletas, camiones y otros carromatos. Bajo el asiento había sentido que las vías se multiplicaban o se dividían con cada golpe de agujas que sacudía los vagones. Esta vez también me había parecido que las ruedas discurrían por aquella trama de rieles guiadas sólo por un instinto que les había hecho llegar de forma inexorable al andén exacto y que el primer sorprendido había sido el propio maquinista».
Tranvía a la Malvarrosa
Manuel Vicent



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