“¿Por qué se mira al espejo si no ha de verse en él más que con desagrado?”
El hombre espantoso me contesta: “Señor mío, según los principios inmortales del ochenta y nueve, todos los hombres son iguales en derechos; así, pues, tengo derecho a mirarme; con agrado o con desagrado, ello no compete más que a mi conciencia.”
En nombre del buen sentido, yo tenía razón, sin duda; pero, desde el punto de vista de la ley, él no estaba equivocado.»
El espejo
El spleen de París
Charles Baudelaire
El rastro de Valencia. Plaza de Nápoles y Sicilia. Joaquín Collado
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