—¿Es a mí? —preguntó el confesor desde una esquina del patio.
—Acércate.
—Dime, hijo. ¿Qué quieres?
—¿Seguro que no me has engañado?
—No, hijo mío. Pídele perdón a Dios.
—Júrame que en el cielo dan paella.
—La dan. Te lo juro.
—¿Todos los días?
—Sí, sí.
—¿Paella con pollastre y conejo?
—Con todo.
—Bueno, entonces ya pueden matarme.
—Ego te absolvo… —murmuró el capuchino.
—Pero una cosa te digo. Si me engañas me las vas a pagar —añadió el condenado un segundo antes de ser desnucado.»
Tranvía a la Malvarrosa
Manuel Vicent
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