«—¿Sabe dónde puedo encontrarlo a él, o a su familia? —preguntó Alejandra ansiosa.
—Pues tenga en cuenta que han pasado veintitrés años —contestó el director dudando—. Creo que sus padres tenían un bar en la Avenida de la Plata. Se llamaba… —el director permaneció callado durante unos segundos— Bar Oro y Plata, o algo similar. Ya sé que no es mucho, pero si recuerdo alguna otra cosa, se la haré saber.
—Muchas gracias. Le estoy muy agradecida por su interés».
Las doce llaves
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