«Sacaron el ticket rápidamente, pasaron por un pequeño patio esquivando a varios turistas y llegaron al pie de la escalera de caracol. Tía Rosa se quedó detrás mientras veía como sus sobrinas se perdían por aquellos pequeños y empinados escalones de piedra. A medida que las dos jóvenes ascendían, los peldaños triangulares se iban empequeñeciendo y el eje central cada vez estaba más próximo a ellas. El campanario constaba de tres salas y acababan de pasar la primera llamada: la prisión o asilo de refugiados. Era una sala lóbrega de anchos muros y con escasa luz en su interior. El sonido de las campanas cada vez era más intenso, y sus oídos se resentían con la subida de decibelios. Habían pasado la segunda sala; la casa del campanero encargado de tocar las campanas y donde vivieron hasta bien entrado el siglo XX . Las dos jóvenes seguían subiendo todo lo rápido que podían, teniendo en cuenta que las circunstancias no eran demasiado halagüeñas. Su respiración se aceleraba de la emoción y por el sobre esfuerzo de semejante altura; nada más y nada menos que peldaños de piedra de la cantera de Godella».
Las doce llaves
María Villamayor
https://undinosaurioenlamaleta.com/2016/10/06/subiendo-a-el-miguelete/
No hay comentarios:
Publicar un comentario