«Cuando de noche llegó a la Malvarrosa, después de pasarse la tarde con su director espiritual, se encontró con que las calles ya estaban sumergidas por el agua. Ésta le llegaba a las rodillas y a medida que avanzaba hacia la pensión, se encaramaba pantalón arriba. Como era de noche y había un corte de luz, el panorama no podía ser más siniestro. El apagón de luz no tenía por qué sorprenderle: la falta de ingenieros italianos se hacía sentir de forma cruel en la Compañía de Electricidad: los conmutadores, los transformadores y los cables de alta tensión se tenía la impresión de que los indígenas los construían con papel de estraza; al menor chubasco, apagón. Cuando oyó el estridente estribillo de «Angelitos negros», reconoció la voz de la vandalita y, por primera vez, su alarido le hizo sonreír. Para Angelita, la nieta, la inundación, el corte de luz, las velas y el galimatías creado era una bendición del cielo. Su abuela estaba tan fuera de sí ante tanta desgracia que había intentado retirar, váyase a saber por qué razón singular, el «cangrejo», con tan mala fortuna que arrancó de cuajo medio contador de la luz».
La torre herida por el rayo
Fernando Arrabal
Avenida de la Malvarrosa con calle Bolbaite. Abril de 1982
Paco Dolz
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