«—¿En las bibliotecas huele a azufre, don Tancredo?
—No, no me refiero a las bibliotecas patrias —responde don Tancredo con un gesto de disculpa—. Afortunadamente, a raíz de la Cruzada de Liberación, hicimos un buen expurgo en las bibliotecas y quemamos los libros disolventes, libertinos y anticatólicos en la pira purificadora. Me refiero a los libros que se publican ahora. ¡Que no se nos cuele ninguno contrario a la Iglesia o al Glorioso Movimiento! La Iglesia ya hace una buena criba en ellos antes de concederles el preceptivo níhil óbstat, pero ello no nos exime a nosotros del deber de volverlos a examinar por si se hubiera pasado alguno. Una censura política y social es tan necesaria como la religiosa. En fin, su compañero Lupiáñez lo pondrá al día y le explicará los detalles. Lo único que debe tener claro es que hay que permanecer avizor para pararlo todo: no sólo torcidas informaciones políticas, sino palabras y expresiones pecaminosas o de mal gusto propias del vulgo o de los intelectuales disolventes. Ya sabe la gentuza que son los escritores en este país. Que no nos cuelen palabras malsonantes como, por ejemplo, sobaco . ¿Qué trabajo les costaría escribir axila que es mucho más elegante? Y no digamos pechos , o, peor aún, tetas , con perdón. ¿Qué trabajo les cuesta poner senos ? Lo mismo que braga. Braga es que no debe ni mencionarse».
De la alpargata al Seiscientos
Juan Eslava Galán
Biblioteca Institución para la Enseñanza de la Mujer
Paseo de la Alameda
Todocolección
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