«—Vale, me bajo aquí. Muchas gracias.
Le aflojó pasta de sobra y luego esperó a que se marchase. Se fijó en el nombre de la calle y en el número. Permaneció una hora al acecho, durante la cual vio que abrían la puerta del callejón un par de veces para sacar cubos, hasta que llegó el primer cliente. Eran las seis y media. Paró un taxi y se largó».
Sesenta kilos
Plaza del Mercado
Todocolección
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