martes, 9 de junio de 2020

En la ciudad del Turia

«Ginés Chirino trató de estirar la pierna cuyo tobillo aferraba un herrumbroso grillete. A veces, cambiar ligeramente de posición aliviaba los calambres y el hormigueo propios de esa inmovilidad forzada. 

El calabozo, una ancha bóveda de ladrillo visto con el techo tan bajo que los centinelas tenían que atravesarla encorvados, estaba ahora casi desierto. La mayor parte de los presos cristianos estaban fuera, dedicados a trabajos forzosos o al servicio de los señores de Caravaca, empleados en pequeños menesteres domésticos. Solo permanecían allí él, por respeto a su condición sacerdotal, y un par de enfermos, uno de ellos prácticamente moribundo a quien acababa de administrar la extremaunción. 

Chirino había conseguido un salvoconducto para predicar la fe en Cristo y auxiliar a los cautivos cristianos en los territorios de la taifa de Murcia. Pero ese salvoconducto vinculaba al rey de la taifa mursí Ben Hud y no al sayd Zeyt Abu Zeyt, a la sazón señor de Valencia y de Caravaca. De hecho, Abu Zeyt se había refugiado en su poderosa alcazaba de Caravaca, huyendo de las luchas de poder que se habían desatado en la ciudad del Turia».

La cruz de los ángeles

Antonio Lázaro


Puente de san José

Crecida del río Turia

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