«Casi siempre se perdía en el dédalo de calles del centro. Pero siempre, pasada la catedral, acababa por adentrarse en el barrio del Carmen, el distrito bohemio y alternativo, plagado de restaurantes y bares de copas de diferentes estilos. La noche anterior había buscado un local de jazz que en otro tiempo frecuentaba bastante. Solía tener música en vivo, con bandas solventes; cuando no era así, la música enlatada ofrecía el jazz que más le gustaba a Bruno: Gery Mulligan, Johnny Hodges, Miles Davis… El bar, cuyo nombre no recordaba, tenía ahora las persianas bajadas y cubiertas de polvo, plagadas de grafitis y de firmas de taggers. Las letras de neón estaban rotas o descompuestas, lo que hacía prácticamente imposible reconstruir el nombre. Era evidente que ese local había dejado de funcionar hacía mucho».
La cruz de los ángeles
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