«La Uruguaya, madame del establecimiento, repasa la contabilidad en su escritorio. Las chicas, ya vestidas para recibir, aguardan en la amplia cocina, sentadas en torno a la mesa camilla, al calor del brasero. Las más frioleras se cubren los hombros con el paño de la mesa. Algunas zurcen calcetines, otras con piedra pómez las durezas de los pies.
En el receptor de radio Telefunken, emplazado sobre una repisa, bajo el retrato del benemérito doctor Fleming, la voz patrióticamente timbrada del locutor anuncia a los españoles que Franco ha firmado importantes acuerdos con Estados Unidos de América. El locutor menciona el editorial del diario Arriba: «Hoy somos el eje decisivo de la política mundial».
—¿Oís? —dice la Uruguaya—. Los americanos están al caer. Eso sí que va a ser bueno para el negocio. Vienen con dólares.
—¿Y eso qué es? —pregunta Manolito Osorio, el palanganero, que es bobo de nacimiento.
—Son sus pesetas, hijo, pero valen más que las pesetas —informa la madame—. Como en las películas. Los americanos son los más ricos del mundo. Pronto tendremos televisión».
De la alpargata al Seiscientos
Juan Eslava Galán
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