«A los contribuyentes que depositan una perra gorda les colocan una banderita en la solapa; a los que se alargan a una moneda de dos reales o una peseta los premian con una banderita dorada. A los que contribuyen con un duro o más, un banderín de adorno. El mejor coto de limosnas está en la puerta de las iglesias. Se dirigen a la de San Bartolomé y aguardan la salida de las beatas a la hora del rosario y la visita al Santísimo, pero ya hay dos pobres que tienen la plaza en propiedad y los ahuyentan.
—Niños, no jodáis. Irse de aquí que os rompo la hucha.
—Llamo a mi padre que es de Falange.
—¡Me la suda!
Por la noche, ya con los pies molidos de deambular por la ciudad todo el día, van a pedir o cuestar a la salida del cine y tienen mejor suerte: allí no se ponen pobres y los cinéfilos, que salen con el alma encogida de ver la película Amanecer en Puerta Oscura, cuyos protagonistas son bandoleros que asaltan carruajes y desvalijan a los pasajeros, depositan el óbolo sin rechistar, aliviados por la parvedad del atraco».
De la alpargata al Seiscientos
Juan Eslava Galán
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