«En uno de los números, ella hacía de gata lasciva cantando con mucho swing la canción de Cliff Edwards, y después salía con un vestido corto y una sombrilla y bailaba un foxtrot. Tenía un descoco muy sugerente, lleno de picardía e ingenuidad; realmente era una artista, fuera de toda duda, que dominaba las tablas. Al finalizar la función, el escritor quiso saludarla y pasó al camerino, que enseguida comenzó a llenarse de voces, risas y exclamaciones huertanas en valenciano. ¡¡Che, che, che!! El escritor llevaba una chaqueta clara con el cuello de la camisa abierto sobre las solapas, pantalón de rayas, sombrero panamá y zapatos de dos tonos, blanco y café.
—¡¡Soy Blasco Ibáñez!! —proclamó dando por supuesto que bastaba con su nombre como presentación.
—¿El de los jinetes del Apocalipsis? —exclamó Conchita Piquer.
—Te he visto bailar. Te mueves como una bestezuela lujuriosa, como lo hacía Sónnica la Cortesana de mi novela. ¿La has leído? —le dijo el orondo personaje, que parecía derramar felicidad por todas las costuras.
—Si le digo la verdad, yo apenas sé leer, pero sé quién es usted. Recuerdo que de niña vi cómo le llevaban a casa una paella en la playa de la Malvarrosa. Aquella imagen no se me ha borrado».
Retrato de una mujer moderna
Manuel Vicent
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