«Me eché a llorar. "Pero mujer, si no está", decía tu abuela, mientras se secaba las lágrimas. Una vecina se acercó a preguntarnos si nos habían matado a alguien de la familia y tu abuela le explicó que no. Pero yo seguía llorando.
Rumores de fusilamientos que sólo a veces se confirmaban, pero que siempre hacían daño. Aparecieron cadáveres en el manantial, en el huerto de naranjos que tenía una balsa en la que tú siempre querías bañarte cuando eras pequeño y donde una vez casi te ahogas; en la playa, en los arrozales. Aprendimos la suciedad del miedo».
La buena letra
Rafael Chirbes
Recolección de la naranja
Cortesía de José Navarro Escrich
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