domingo, 14 de enero de 2018

Los constructores preferían evitarse líos y tragaban con esa mafia pintoresca

«Entre otros negocios Salvador Pérez Castillejo, alias el Marqués, capitaneaba una extorsión de presunta vigilancia. Él se presentaba una mañana en un solar en construcción flanqueado por algún pariente. Preguntaba por el jefe, por el señor aparejador, por el señor arquitecto, por el señor dueño. 

—Ayyy, payo, mírame alguien que maaande… 

Cuando por fin asomaba la cara algún encargado de obra, tal vez el promotor, teatralizaba su rol de gitano pobre y callejero diciendo haiga , diciendo pograma, amoto y arradio , forzando dequeísmos hasta el asco, comiéndose sílabas y aleteando los brazos como un molino ebrio. 

—Ayyy, payo, que yo sólo quiero trabajar contigooo… 

Normalmente el show de tío Tom a la gitana bastaba para que el promotor entendiese que le convenía pagar si no quería que en su obra los pequeños accidentes, las desapariciones reiteradas de material y algún que otro incendio retrasasen o incluso anulasen su negocio ladrillero. El Marqués evitaba esos desmanes que él mismo habría provocado colocando a uno de sus hombres a cambio de una modesta cantidad al mes. Los constructores preferían evitarse líos y tragaban con esa mafia pintoresca».

Sesenta kilos

Ramón Palomar


Instituto Luis Vives y Finca de Hierro en construcción

Todocolección

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