miércoles, 15 de enero de 2020

¡Coca-Cola —anuncia el Chato Puertas, la bebida del futuro!

«—Bebe y dime qué te parece. 

El acaudalado constructor Chato Puertas, traje a rayas cruzado, bigotito lineal, abundante pelo oscuro peinado hacia atrás con fijador, sortija con brillante en el meñique, le alarga a su amigo y colega Nemesio Lañador un vaso que contiene un mejunje oscuro con media rodajita de limón. 

Están sentados en los taburetes acolchados de la barra del bar Chicote, Gran Vía, 15. Varios clientes habituales y dos señoritas de quinientas pesetas la prestación aguardan, sonrientes, la reacción del catador. 

Desconfiado, Nemesio Lañador olisquea el líquido. Huele a nada con burbujas. Se lleva el vaso a la boca y le da un sorbito. Lo paladea con los ojos entrecerrados. 

—No sé… ¿Es un jarabe? —aventura—. ¿Zarzaparrilla mezclada con café? 

El Chato Puertas se vuelve con una sonrisa de suficiencia hacia los dos o tres compadres que asisten a la prueba. Mira nuevamente a Nemesio. 

—¿Pero te gusta o no te gusta? —insiste. 

Nemesio no se decide. Examina el líquido al trasluz, un poco mosqueado, y prueba otro sorbo. 

—Dulzón, ¿no? —observa—. ¿Qué es? 

—Honorato, enséñaselo —ordena el Chato. 

El viejo barman, que ha asistido a la escena con indiferencia profesional desde su puesto, detrás de la barra, deja la coctelera que frotaba con un paño, y muestra una botellita. 

Una extraña botellita, más ancha por el centro, como de adorno. 

—¡Coño!, ¿qué es? —se impacienta Nemesio. 

—¡Coca-Cola —anuncia el Chato Puertas levantando triunfalmente su vaso—, la bebida del futuro!».

De la alpargata al Seiscientos

Juan Eslava Galán


Calle del Progreso

Francesc Jarque

Cortesía de José Navarro Escrich

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