miércoles, 27 de octubre de 2021

A esa misma hora, sin duda, era mucho más obsceno el mercado central

«A medida que ese camino se hizo rutinario aquellos seres comenzaron a palpitar ante mis ojos. Cada mañana veía alguna escena cargada de ternura: un chulo muy famoso que se llamaba Mahoma llevaba un biberón de leche en la mano, una puta estaba amamantando a su hijo en la acera y le cantaba una canción de la Piquer, el ama de un burdel jugaba al tute con un viejo menestral sobre una caja de embalaje, frente a la casa de las Francesas unas niñas saltaban a la comba mientras su madre hacía punto y por todas partes se oían gritos de mujeres que se llamaban desde las ventanas con sus nombres del pueblo y no con el de guerra «¡Camila! ¡Leocadia! ¡Esperancita!» y aquellos tugurios que por la noche eran de rosa ahora tenían en la puerta un perro dormido y una puta que venía de la compra con una bolsa llena de nabos y coliflores. A esa misma hora, sin duda, era mucho más obsceno el mercado central. Allí se discutía el precio de la fruta como en los burdeles se regateaba el precio del amor».

Tranvía a la Malvarrosa

Manuel Vicent



Puesto de pescado en el Mercado Central

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