«15 de junio de 1977. Día de las elecciones. Con la ilusión de unos niños con zapatos nuevos, salen los españoles a votar. Pocos son los que votaron alguna vez fuera de los referendos que organizaba Franco, y eso de tarde en tarde. En los colegios electorales, celosos apoderados de los distintos partidos velan por la probidad del procedimiento. Carné de identidad, listas, mesas numeradas, urnas transparentes, sin trampa ni cartón. Presidentes de mesa investidos de autoridad democrática que deciden que lo mejor es que nadie deposite personalmente el sobre: tapamos la rendija de la urna con un folio y un componente de la mesa toma el sobre con la limpieza de un prestidigitador y lo introduce.
Los resultados otorgan el triunfo a la UCD (34 por ciento de los votos, 166 diputados, mayoría relativa); el PSOE queda en segundo puesto (28 por ciento; 118 diputados). ¡Gran sorpresa!, todo el mundo creía que el segundo puesto sería para Fraga y los suyos.
Carrillo, que esperaba ganarle (o casi) al PSOE, comienza aquí la primera estación de sus misterios dolorosos: su PCE queda muy retrasado, con solo millón y medio de votos, el tercero (9 por ciento de los sufragios y 20 diputados).
Alianza Popular queda en quiebra y endeudada: va demasiado lastrada de notorios y notarios franquistas, incluso de figuras tan escasamente atractivas como Arias. Solo consigue el cuarto puesto con 16 diputados.
Los partidos nacionalistas quedan a la cola en conjunto de votos».
La década que nos dejó sin aliento
Juan Eslava Galán
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