«A mí, el tío Juan y su mujer me parecían los más guapos del mundo. Eran también los únicos elegantes de la familia. Él trabajaba en algo de exportaciones, en unas oficinas que estaban en la calle de la Paz, pero que dependían de una empresa del puerto, mientras que el padre de ella había sido, al parecer, un médico famoso que tuvo la mejor clientela de la ciudad cuando acabó la guerra, pero que murió pronto. También me había escandalizado en su momento oír por vez primera que, siendo médico, había muerto joven. Sospeché que debía de haberse tratado de un farsante. Alguien que se hizo pasar por médico sin serlo, como yo mismo me hacía pasar a veces por médico, cuando algún niño del colegio se caía y le aplicaba una poción de hierbas que cogía al azar al pie de las tapias, fingiendo que las mezclaba según una fórmula secreta que solo yo conocía».
El año que nevó en Valencia
Rafael Chirbes
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