«—Sodoma y Gomorra, eso es lo que trae la democracia. Y las iglesias cada vez más vacías.
Lleva razón don Próculo. Al amparo de la nueva moral, los novios se besan en los parques sin miedo al guarda de la porra; en las capitales grandes, en las que la permisividad es mayor, simples amigos se encaman alegremente sin que las chicas teman quedarse solteras por perder el virgo. A veces lo hacen con la tolerancia cómplice de unos padres desaprensivos que permiten que el hijo o la hija se encierre en su habitación con un amigo de diferente sexo con el pretexto de estudiar u oír música. Esta mudanza, unida a la crisis económica, provoca un brusco descenso del número de jóvenes que pretenden independizarse y montar nido aparte con cuatro cojines en el suelo y un póster del Che Guevara en la pared como hizo en su momento, hace cinco años, Paquito López, el hijo del Chato Puertas. Los nuevos adolescentes comienzan a apreciar las ventajas de apalancarse en el hogar familiar, donde se disfruta de las ventajas de la ropa limpia y planchada, de la cocina de mamá y del resto de los servicios de una madre/criada y un padre/esclavo domesticados por la democracia».
La década que nos dejó sin aliento
Juan Eslava Galán
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