refresca, en las milpas el maíz ya se
ofrece a la boca. Y los vecinos del pueblo
de Santiago Sacatepéquez, artistas de
las cometas, dan los toques finales a sus
obras.
Son todas diferentes, nacidas de muchas
manos, las cometas más grandes y más bellas
del mundo.
Cuando amanece el Día de los Muertos,
estos inmensos pájaros de plumas de papel
se echan a volar y ondulan en el cielo,
hasta que rompen las cuerdas que los
atan y se pierden allá arriba.
Aquí abajo, al pie de cada tumba, la gente
cuenta a sus muertos los chismes y las
novedades del pueblo. Los muertos no
contestan. Ellos están gozando esa fiesta
de colores que ocurre allá donde las cometas
tienen la suerte de ser viento».
Volantines
Eduardo Galeano
La Semana Gráfica. 7 de abril de 1928
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