«Contempla cómo Falconetti camina calle abajo a buscar su coche. "Encuéntramelo, Chema —piensa—, porque si no das con él, las cosas se van a poner chungas de verdad". Vuelve la cabeza hacia la fachada de la iglesia y cruza la mirada con los ojos secos de la imagen que corona la puerta principal. Es creyente —a su manera, claro— y espera que surja en su cabeza esa chispa, esa idea oculta en lo más profundo de su mente, que, en las ocasiones difíciles, aparece como una vela que se enciende cuando la noche es más oscura. Para Puri, ese pensamiento profundo que aparece de súbito; esa solución susurrada al problema más difícil no es cosa suya, sino de la Virgen del Rosario que se la chiva flojito, a ella sola. Eso es lo que pretende oír mirando a la boca petrificada. "Madre de Dios —reza—, o, al menos, que encuentre el dichoso chisme donde lo apuntaba todo"».
El silencio del pantano
Iglesia de Nuestra Señora del Rosario. Cañamelar
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