«Falco tiene la vista fija en el portalón del templo. Tampoco hay otra cosa que ver. Un grupo de críos —todos ellos gitanos— intentan que un cochambroso barquito de juguete flote en el agua verdosa que hay en el vaso procedente de la fuente que adorna el centro de la plaza. En cuanto la puerta de la iglesia se abre, la banda de pilluelos corre a tomar posiciones junto a las jambas con la esperanza —vana— de que en el interior se haya celebrado un bautizo y haya lluvia de caramelos. En cuanto aparecen los primeros feligreses, los niños se dan cuenta de que aquello no tiene pinta de fiesta de bautismo. Y vuelven al agua».
El silencio del pantano
Juanjo Braulio
Bautizo de un niño el día de San Vicente Mártir en la Iglesia de San Esteban
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