«—Ayer, mientras tú estabas en la novena, estuvo aquí el representante de calzados Segarra —dice Teófilo—. Le dije que en este pueblo hay poco negocio de calzado, que la gente se apaña con unas alpargatas con la suela untada de alquitrán, pero él, que viaja por todas partes, me demostró que cada vez se venden menos alpargatas, que la gente va comprando zapatos de cuero.
—¿Zapatos de cuero?
—Ya lo ves. Los que hace Segarra tienen fama de durar toda la vida. Te los compras para la boda y te entierran con ellos. Dice que si me hago agente de la casa me dejará un buen porcentaje.
Segarra, industrial destacado y franquista como el que más, ha conseguido un contrato exclusivo para suministrar botas de tres hebillas al Ejército. También Franco usa calzado de Segarra, que el fabricante le envía a El Pardo en cantidades generosas.
Los indestructibles zapatos de Segarra calzarán a varias generaciones de españoles adultos, pero en el segmento más joven de su clientela tendrán que lidiar con la competencia de los calzados Gorila, los preferidos de los niños, porque con cada par regalan una pelotita de goma».
De la alpargata al Seiscientos
Juan Eslava Galán
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