«Hace un par de años, don Pedro emitió un decreto municipal en el que prohibía al vecindario, bajo pena de multa, insultar a las turistas extranjeras que se bañaban en la playa en biquini.
—¡Es que son unas guarras! —protestaban algunas señoras de misal, velo, novena y lutos sucesivos.
—Son personas que no se meten con nadie —advertía el alcalde—, que nos alquilan habitaciones, que consumen en las tabernas, que se dejan sus buenos cuartos en el pueblo.
El párroco vio peligrar la salud moral de sus feligreses, buena parte de los cuales, como nunca habían visto a una mujer desnuda (los casados ni siquiera a la casta esposa), se encalabrinaban con las carnes de las turistas y conculcaban el sexto mandamiento cada cual según sus posibilidades».
De la alpargata al Seiscientos
Juan Eslava Galán
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