«Durante los veranos, los niños hacíamos vacaciones escolares, pero entre la clase trabajadora no era costumbre tener días de asueto. Los chavales íbamos en cuadrilla, en patinete hasta el río Turia, a varios kilómetros de distancia, aprovechando el asfalto y los amplios carriles metálicos de las roderas para carros, ya que no era posible circular en patinete por la carretera del Cabañal, o por el camino de Algirós, porque era de piedra prensada y con numerosos baches.
Algunas veces nos desplazábamos en los topes de los tranvías, agarrados al faro trasero y apoyados en la barra de enganche. Una vez en el lugar, a la altura del puente de Aragón más o menos, buscábamos alguna poza, y a gozar chapuzándonos pescando anguilas, pues yo era un experto».
Vivencias de juventud
Francisco Marcos Hernández
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