«La barraca era humilde, pero cargada de un encanto innegable. Encalada de blanco cegador, estaba construida de adobe y coronada por un tejado de paja y cañizo. En el vértice del tejado, en su parte más cercana al frontal, cabalgaba los años una irregular cruz de hierro. Dos columnas custodiaban la entrada a la casa, sobre el que se montaba una techumbre formada por barras de acero corrugado en la que, como en la casa de Neleta, crecía la enredadera. Aunque bien cuidada, su aspecto era el de llevar allí antes que el mar y la arena».
Nadie corre más que el plomo
Ignacio Marín
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Les barraques. El nostre patrimoni
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