«Los bares y restaurantes servían a destajo en las mesas situadas en plena calle, intentando acelerar las colas acumuladas. Los puestos de chocolate y churros endulzaban y espesaban el ambiente dejando trabados rastros de fritanga. Sara y su amiga decidieron darse un homenaje y pidieron un cucurucho de buñuelos de calabaza».
Las doce llaves
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