«Desde el trampolín de la piscina también se veía el merendero de la Marcelina dentro del sonido del mar que arrastraba en la resaca todo el perfume de arroces, calamares y mejillones que los bañistas desnudos comían de forma pegajosa y un aire de acordeón llegaba desde la sombra de los cañizos donde se celebraba alguna boda o una comunión. Sonaba el pasodoble Valencia que muchos cantaban a coro junto con la maraña de gritos de los niños que se bañaban. Estas sensaciones diluían las amenazas morales que aún subsistían en mi cerebro a pesar de la sal».
Tranvía a la Malvarrosa
Manuel Vicent
María Jesús y su acordeón con quince años
J. Guerrero
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